El viaje hacia la inspiración es tan antiguo como nosotros mismos, significa que siempre hemos querido llegar más lejos.
La hemos buscado en la naturaleza, el cielo, el arte, en las experiencias compartidas de otros y en nuestros anhelos.
¿Cuál es la forma más pura de inspiración?
¿Podría estar en el entrelazamiento de la fascinación y la consciencia?
Quizás esté en la chispa creativa que observa la convergencia de lo precioso y la presencia.
La inspiración se vuelve total cuando involucra también la espiración. En la confluencia de ambas, se realiza la totalidad.
Así, el camino más puro del amor viaja por la tierra de su propia bienvenida, emerge de un lugar sin expectativas, intacto por el deseo de remodelar nada.
Donde las ideas preconcebidas están ausentes, la maravilla sin restricciones llega naturalmente a la aceptación.
Cada uno de nosotros está bendecido con un arcoíris único de cualidades que no pueden ser reflejadas en todas las combinaciones de sus matices, sombras, tonos y tintes.
La inmensidad innata de la vida proporciona abundantes oportunidades y puede encontrar expresión a través de la belleza de cada individuo, con la misma esencia común.
Sin embargo, la inspiración puede erosionarse, si la admiración lleva a la imitación, perdiendo autenticidad.
La singularidad personal guarda la clave de una originalidad sin paralelo.
A menudo, una sensación de maravilla actúa como catalizador para la inspiración.
Viene de un sentimiento de asombro, de la fascinación de observar con la inocencia de un niño, los patrones entrelazados que muestra la distribución de las semillas en un girasol.
Frecuentemente surge mientras encontramos la riqueza en lo llamado ordinario.
La fascinación impulsa nuestras facultades mentales a nuevas posibilidades, disipando los contornos de lo que pensábamos que era limitado, permitiéndonos estar completamente inmersos en la experiencia creativa.
El amor abarca la inspiración y la espiración, ambos aspectos de la misma manifestación.
La presencia es la evolución a través de la cual experimentamos la amplitud del momento, sin un pasado que distraiga ni un futuro que empuje, podemos percibir la sutil interacción de claridades no dichas.
A veces, las emociones esperan descansar, para que la existencia pueda encontrar expresión a través de nuestra esencia plenamente de nuevo.
La chispa interior se aviva en momentos de introspección sincera e intensa. A través de una contemplación gratificante y en la clara cualidad distintiva de la meditación.
En la contemplación hay dos, el que contempla y el objeto de contemplación.
En cuanto a la meditación, todas las distinciones se dejan aquí invitando a la exploración propia.
La atención desenfocada puede ser la mayor fuente de creatividad.
La atención enfocada puede ser un gran complemento.
Podría ser inteligente tener un equilibrio de ambas.
Los deleites generosamente cambiantes de la existencia, siguen concediendo nuevos paisajes.
La maravilla atemporal de nuestra esencia despierta a la belleza de cada día.
Los ojos frescos no sólo miran hacia afuera, de hecho al hacerlo a menudo se cansan.
Recuperan su frescura mientras descansan.
A menudo, cuando la consciencia que los impulsa simplemente está disfrutando de sí misma, la atención a los matices y al fondo donde se exhiben, puede convertirse en una agradable confluencia.
En ocasiones, la pureza brilla cuando el espejismo transitorio de la carencia observa la adorable existencia.
Realzando la grandeza que compartimos.


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